Ya sabemos que si le das a un niño una tiza, un lápiz o una pintura, el día menos pensado encontraremos su “obra de arte” en cualquier pared de nuestra casa. ¿Por qué coartarles su libertad, impidiendo que den rienda suelta a su creatividad? Jugando se aprende. En nosotros está ponérselo fácil y, en este caso, a su altura.

Aquí, sí, se puede pintar

Una opción, para encaminar sus veleidades pictóricas o encauzar su vocación por la enseñanza, es este estupendo y útil vinilo de pizarrón con un gracioso profesor, que los niños identificarán, rápidamente, como el sitio donde se puede pintar: las primeras letras, números o monigotes. Da igual, ya no sufriremos al descubrir sus garabatos en puertas, muebles o paredes y, más aún celebraremos, si podemos retrasar la visita del pintor profesional  que nos repase el desaguisado; con el consiguiente ahorro que eso supone.  

Esta herramienta clásica del aprendizaje rivalizará, en poco tiempo, con las nuevas tecnologías: ordenadores, pizarras digitales interactivas… Pero hasta que llegue ese momento, dejemos que la sencillez siga teniendo ese lugar preferente en el espacio infantil. La pizarra de toda la vida es un primer paso o una aproximación al mundo estudiantil. Un elemento imprescindible, decorativo y práctico para cuarto de juegos, estudio o dormitorio.


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