Érase una vez, una pequeña pero acogedora casita, al lado de un lago azul turquesa, rodeado de un gran y verde bosque. Esta casita había pertenecido a varias generaciones de pescadores, que eran famosos por pescar las mejores y más sabrosas truchas de la zona, con las que se alimentaban los pueblos vecinos.
Los pajaritos cantaban, las ardillitas se paseaban risueñas alrededor del bosque y un agradable sol enviaba ligeros rayitos que iluminaban las hermosas flores silvestres. Era un lugar muy agradable para visitar y comer al aire libre.
Pero hacía ya unos meses, que esto no era así. Un hecho inesperado, llegó al lago y el dolor de la familia que vivía en la casa, hizo que el bosque entero se sumiera en un continuo otoño; los pececitos parecían haber desaparecido y la tristeza se apoderó completamente del lugar.
¿Qué había ocurrido?- se preguntan los animalitos que allí vivían.
El gran búho sabio respondió: – El pescador ya no sabe pescar. Dice que se le ha olvidado y su tristeza no le permite recordar.
Los animalitos se quedaron también tristes al no saber cómo poder ayudar. Se acercaban a la casita del pescador llevándole pequeñas flores y frutos, para tratar de animarlo.
La madre del pescador le dijo: – Hijo mío, tienes que animarte y volver a sonreír. El bosque y los animalitos te necesitan, y los pueblos de alrededor necesitan las truchas también.
– Pero… desde que el abuelito ya no está con nosotros, ya no me acuerdo cómo se pesca. Fue él, quién me enseñó a pescar. Y ahora es como si incluso los peces se hubieran ido.
– Inténtalo. Por ti y por todos los de tu alrededor. Recuerda cuanto te gustaba pescar. Coge todos los recuerdos que tienes del abuelito y parecerá que está a tu lado cuando pescas.
El pequeño pescador hizo un esfuerzo y fue al lago. La verdad que empezaba a echar de menos pescar y lo verde y alegre que estaba todo el bosque. Un día tras otro, comenzó a ir por las mañanas al lago, se sentaba y comenzaba a disfrutar y recordar cómo pescaba con su abuelo.
Al final, los peces volvieron al lugar, y consiguió volver a pescar. Cada vez estaba menos triste y la primavera volvió al bosque para quedarse definitivamente.
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